Estaba agusto, eso no podía
negarlo. Relajado, tranquilo, disfrutando de no hacer nada. Pero empezaba a
sentir la necesidad de salir. Cada día era más acuciante. La curiosidad empezó
a hacer mella en su estado de ánimo. ¿Qué estaría pasando ahí fuera, en la vida
real?
Un día, ya no pudo más, y
decidió salir a ver el mundo.